Historias de un Camboyano fueron cuentos o relatos que escribí cuando vivía en un pequeño pueblito del sur de España. Tenía que caminar todos los días 2 kilómetros de ida y dos kilómetros de vuelta a mi trabajo, cruzando una montaña hasta llegar a la Ciudad. Me sentía un camboyano haciendo ese sacrificio diario. A eso se sumaba que mi compañera trabajaba en un Pub Irlandés en ese mismo pueblito, con lo cual todas las mañanas a alrededor de las 5 AM esperaba que algún borracho o la dueña del pub la trajera hasta a la casa donde vivíamos para así emprender el día.

A la tarde cuando salía del trabajo me iba al Pub Irlandés a leer y a escribir estos cuentos Camboyanos, historias en su mayoría de un antihéroe que básicamente estaban basados en propias vivencias de fracasos como forma de digerir los malos momentos que estaba viviendo como inmigrante. Siempre pensé que el humor y el reírse de las propias desgracias era la mejor forma de sobrellevar y hacer más soportable la angustia que brota en el ser humano en las situaciones más adversas. Así fue como surgieron los cuentos del camboyano, expandiendo la realidad hasta el límite. No sé por qué las historias de fracasos gustan tanto, será porque no somos los que la vivimos.

Lo cierto es que el termino Camboyano, no tiene un sentido peyorativo, sino que por el contrario pone en valor la fortaleza de un pueblo que tuvo que superar varias guerras.  

DIARIOS DE UN CAMBOYANO

En esta sección solo nos dedicaremos a contaremos historias. Esas historias que te erizan la piel, que te cambian un poco, que te transportan, que te sacan de vos mismo y que por momentos detienen el tiempo. Bueno al menos lo intentaremos. Como buen camboyano lo intentaremos y lo intentaremos, en una de esas por ahí lo logramos y eso será más que suficiente por ahora. Mientras tanto seguiré pateando esa lata aboyada por la vereda sin rumbo alguno y con la mirada perdida en busca descubrir lo común y hacerlo increíble y lo increíble hacerlo común. Historias plagadas de realismo mágico que nos llevan por lugares insólitos que nos permiten mediante la mirada del otro, conectarnos con nosotros mismos.

Son esos cuentos que nos contaban cuando éramos chicos antes de ir a dormir, la que nos contaba una tía, un hermano, el fabulador del grupo al que nadie le creía pero que lo aceptábamos porque nos entretenía, porque la verdad no importa, importa el cuento y atrás de ese cuento siempre hay una verdad. Acaso si la verdad de los sentimientos que transmiten las buenas historias.

Somos las historias que nos contaron y nos contamos

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