• facebook
  • Twitter

Esta historia me la contó mi abuelo HANSI LAUB cuando yo era niño. A ciencia cierta no se si es verdad, porque por una lado, era un poco fabulador y por el otro porque era muy chico cuando me lo contó.

Resulta que durante los inicios de la segunda guerra mundial en Austria la cosa se veía ya muy fea y mi abuelo tuvo que huir de los Nazis con tan solo 18 años para salvar su vida. Partió hacia la Argentina con lo que llevaba puesto, sin nada más que un billete de 100 dólares que escondió en la ranura de su zapato con un corte que hizo debajo del mismo por las dudas le quisieran robar.

La leyenda cuenta que durante el viaje conoció a mi abuela Eva a quien deslumbró con su encanto, haciendo la salvedad que mi abuela ya estaba de novio con el capitán del barco que los trasladaban a la Argentina, un tal Andrés, quien años más tarde fue el padrino de su casamiento.

La cuestión es que emigrar en esas condiciones es un de las cosas más duras que le puede pasar a un ser humano. Requiere de valentía, coraje y determinación. Porque en ese tiempo era dejar el pasado atrás para no volver nunca más. Pasó hambre, extrañó y muchas veces estuvo a punto de sacar el billete de 100 dólares muy bien guardado en su zapato derecho. Pero no lo hizo, se decía a sí mismo, aguanta, aguanta que ya vas a salir adelante y así fue porque progreso a fuerza de ingenio y perseverancia.

Años más tarde ya casado con mi abuela Eva, por fin sintió que la peor parte había pasado y recordó ese billete que lo acompaño en todo ese trayecto tan importante de su vida como un amuleto o seguro de vida que solo sacaría cuando estuviera en las últimas. La tormenta había pasado. Entonces fue a buscar en el placar ese zapato viejo y gastado. Cuando intentó sacar los 100 dólares se dio cuenta que el mismo se había desecho y pegado a la misma suela por el desgaste que había tenido en el caminar.

Recuerdo que mi abuelo sonrió cuando me contó esta historia. Nos sabes cuantas veces estuve a punto de sacarlo, me dijo. “Lo irónico es que no sé desde cuando el billete dejo de existir pero me sirvió para mantenerme con esperanzas y seguir adelante”.

Con mi madre siempre usamos la frase “el billete en el zapato” que cada uno lleva consigo que está en nuestra mente para no dejarnos caer.

Una historia camboyana

Pin It on Pinterest

Share This